En la última página de su última novela gráfica, Craig Thompson deja a sus lectores con la siguiente estrofa:
Lo que acaban de leer corresponde a ‘Básmala’, poema de Rumi para Eid Al-Adha y que imagino Thompson escoge debido a su significado fiel, bordeando en lo irracionalmente complaciente. Al fin y al cabo Basmala significa ‘en el nombre de Dios’ y el poema es una reflexión sobre el valor de la voluntad humana. Lo que Rumi expone es que la única manera de cumplir con nuestros objetivos es desprendiéndonos de nuestro miedos terrenales y entregándonos en cuerpo y alma hacia nuestro creador. De más está decir que es un concepto sumamente fuerte: Dios lo es todo y nuestra fe es la gasolina que nos empuja a seguir adelante. No es algo que todos creamos, por supuesto, pero algo me dice que Craig Thompson sí.
Y es que verán, de cierta forma esto es lo que el autor de Blankets ha hecho –quizás inconscientemente, quizás no. Habibi es el tipo de obra que dice más del autor que de sí misma (y honestamente resulta más interesante de esa forma). La historia de amor entre Dodola y Zam, una esclava y un huérfano, enclaustra una sensación de devoción total por parte del autor hacia su obra tanto como a Dios y a medida que avanzamos las páginas podemos sentir como Thompson en verdad está entregando su pluma hacia una entidad superior; dejando que la tinta fluya como un río de sus manos sin ningún tipo de filtro o represa racional que la obstaculice. Un experimento interesante, que no quepa la menor duda.
Lamentablemente, es un experimento que no llega a ser completamente exitoso.
Empecemos por la trama - sin spoilers, no se preocupen -. Habibi narra la odisea de una niña y un niño menor, quienes deciden escapar de las agitaciones demoniacas de una ciudad ficticia del Medio Oriente para refugiarse en un barco destartalado en medio del desierto (que nadie diga que Thompson no es capaz de crear conceptos gráficamente hermosos – la representación del desierto como un mar es extraordinaria). Los años pasan y ambos crecen hasta que en un punto son separados trágicamente por un largo periodo de tiempo que los deja emocionalmente devastados. La misión de cada uno se vuelve entonces obvia: encontrar y reunirse con su pareja espiritual a toda costa.
Hasta este punto, el libro no tiene nada de malo. Es una historia realmente simple, una que ha sido contada millones de veces y que se presta a las sensibilidades de un autor como Thompson. Sin embargo, hay algo que no termina de cuajar completamente.
Verán, irónicamente tanto los mejores momentos como los más grandes problemas de Habibi derivan de la misma fuente: la obsesión del autor con la cultura de los países árabes. Está más que claro que Thompson tiene una fascinación con el orientalismo – algo que se presiente desde Carnet de Voyage –. Lo vemos en todos lados, desde la composición de las páginas, hasta las secuencias oníricas, pasando por los bellísimos pasajes en los que la narradora simplemente se dedica a explicar ciertos aspectos pedagógicos como la caligrafía o las particularidades geométricas de ciertos símbolos religiosos (¿Sabían que las letras árabes cambian radicalmente su forma dependiendo de su ubicación dentro de una palabra?).
No obstante, esto significa que el autor también decide incluir temas como el Corán, los principios del islam, los rituales ancestrales de los eunucos, etc. Y eso no es todo. En una jugada que hasta ahora sigo sin entender, Thompson sitúa este mundo ficticio/mágico en tiempos contemporáneos, lo que le da licencia para comentar en temas como la situación de los inmigrantes, los problemas del trabajo ilegal, la inexistencia de la clase media y hasta las consecuencias desastrosas de la falta de cultura ecológica.
Mezclamos esto con la intención del autor de tratar al Medio Oriente como un mundo de hadas y al final, lo que nos queda es la sensación que Thompson mordió más de lo que podía comer. Muchos han criticado el tratamiento estereotipado de las locaciones y a pesar que tienen razón en hacerlo, no es algo que honestamente me incomode. Más bien, prefiero enfocarme en el tratamiento de personajes los cuales terminan siendo clichés con comportamientos extraídos de algún cuento de Sherezade.
Tanto Dodola como Zam, los personajes principales, terminan convirtiéndose en mártires; seres cuyos únicos verdaderos momentos felices ocurren en la ignorancia de su infancia. Ambos son torturados física y emocionalmente al grado que resulta casi imposible crear un nivel de empatía con ellos. Son seres miserables, personas que cuestionan su propia mortalidad y que como dijimos al inicio, solo encuentran consuelo al entregarse a Dios. Es una pastilla dura de tragar y uno no puede evitar pensar en cuánto de la personalidad misma del autor sale a flote a través de estos personajes. En todo caso, el único personaje que resulta sincero es el de un pescador que recoge basura todas las mañanas en un río infestado de desperdicios tóxicos para regalársela a sus amigos. Como se imaginarán, está loco. Y es que en un mundo tan desconsolador como el que ofrece Thompson, está es la única solución racional que nos puede llevar hacia la felicidad.
Comentario aparte merece el lápiz de Thompson. Habibi es un libro gráficamente hermoso, eso está clarísimo. Cada página está sumergida en un nivel de diseño impecable y cada trazo es una prueba fehaciente que Thompson es uno de los artistas más hábiles que hay hoy en día en el panorama norteamericano. Es más, desde que abrimos el libro notamos un nivel de obsesión casi compulsiva por parte del autor al notar un marco atractivo que decora la primera página. Lo que tenemos frente a nosotros es un bellísimo marco con diseños complejos árabes, líneas que se montan sobre otras y que se conectan formando flores y hexágonos simbólicos. A medida que avanzamos, vemos que el mismo marco adorna las páginas siguientes. Pero entonces nos damos cuenta de algo. Thompson no simplemente ha copiado y pegado el marco en cada página usando la computadora.
¡El hombre ha hecho cada uno a mano!
Esta es una labor que debe haberle tomado varias semanas, quizás meses en terminar. Lo peor es que no se si esto dice más sobre su dedicación con el libro o sobre su propia obsesión con la materia. Al fin y al cabo, este es su primer libro en casi diez años. Y si los rumores son ciertos, se empezó de cero varias veces.
Finalmente, lo que nos queda es una adictiva experiencia por parte del autor. No acierta en todo lo que se propone y si se le analiza como tal, podríamos decir que termina en un fracaso. Pero la verdad es que hay tanto que rescatar que termina triunfando a pesar de ello. Este es un artista que pone su corazón en su mano, que se inclina ante Dios y que te muestra literalmente qué es lo que hay dentro de él. Puede que no te guste lo que ves, pero no puedes negar que estás viendo directamente hacia su esencia como artista y como persona. Estas son las cosas en las que cree Craig Thompson, y si lo piensas bien te darás cuenta que sobre todas las cosas, cree en el amor; en el amor hacia tu familia, tu pareja y a Dios. En ese sentido, Habibi es una extensión emocional de Blankets. Y de igual forma, una prolongación emocional en su búsqueda de conectarse con algo etéreo y satisfactoriamente espiritual. Puede que no lo haya encontrado aún. Pero su búsqueda continúa. Y nosotros como lectores, tenemos asientos en primera fila.
“Eres tan débil. Ríndete hacia la gracia.
El océano se encarga de cada ola
hasta que llega a la orilla.
Ocupas más ayuda de la que crees.
Tratas de vivir tu vida en andamio abierto.
Di Básmala, en el nombre de Dios,
Así como el sacerdote hace con un cuchillo cuando ofrece un animal en ofrenda.
Básmala a el antiguo Tú
para encontrar tu nombre verdadero.”
Lo que acaban de leer corresponde a ‘Básmala’, poema de Rumi para Eid Al-Adha y que imagino Thompson escoge debido a su significado fiel, bordeando en lo irracionalmente complaciente. Al fin y al cabo Basmala significa ‘en el nombre de Dios’ y el poema es una reflexión sobre el valor de la voluntad humana. Lo que Rumi expone es que la única manera de cumplir con nuestros objetivos es desprendiéndonos de nuestro miedos terrenales y entregándonos en cuerpo y alma hacia nuestro creador. De más está decir que es un concepto sumamente fuerte: Dios lo es todo y nuestra fe es la gasolina que nos empuja a seguir adelante. No es algo que todos creamos, por supuesto, pero algo me dice que Craig Thompson sí.
Y es que verán, de cierta forma esto es lo que el autor de Blankets ha hecho –quizás inconscientemente, quizás no. Habibi es el tipo de obra que dice más del autor que de sí misma (y honestamente resulta más interesante de esa forma). La historia de amor entre Dodola y Zam, una esclava y un huérfano, enclaustra una sensación de devoción total por parte del autor hacia su obra tanto como a Dios y a medida que avanzamos las páginas podemos sentir como Thompson en verdad está entregando su pluma hacia una entidad superior; dejando que la tinta fluya como un río de sus manos sin ningún tipo de filtro o represa racional que la obstaculice. Un experimento interesante, que no quepa la menor duda.
Lamentablemente, es un experimento que no llega a ser completamente exitoso.
Empecemos por la trama - sin spoilers, no se preocupen -. Habibi narra la odisea de una niña y un niño menor, quienes deciden escapar de las agitaciones demoniacas de una ciudad ficticia del Medio Oriente para refugiarse en un barco destartalado en medio del desierto (que nadie diga que Thompson no es capaz de crear conceptos gráficamente hermosos – la representación del desierto como un mar es extraordinaria). Los años pasan y ambos crecen hasta que en un punto son separados trágicamente por un largo periodo de tiempo que los deja emocionalmente devastados. La misión de cada uno se vuelve entonces obvia: encontrar y reunirse con su pareja espiritual a toda costa.
Hasta este punto, el libro no tiene nada de malo. Es una historia realmente simple, una que ha sido contada millones de veces y que se presta a las sensibilidades de un autor como Thompson. Sin embargo, hay algo que no termina de cuajar completamente.
Verán, irónicamente tanto los mejores momentos como los más grandes problemas de Habibi derivan de la misma fuente: la obsesión del autor con la cultura de los países árabes. Está más que claro que Thompson tiene una fascinación con el orientalismo – algo que se presiente desde Carnet de Voyage –. Lo vemos en todos lados, desde la composición de las páginas, hasta las secuencias oníricas, pasando por los bellísimos pasajes en los que la narradora simplemente se dedica a explicar ciertos aspectos pedagógicos como la caligrafía o las particularidades geométricas de ciertos símbolos religiosos (¿Sabían que las letras árabes cambian radicalmente su forma dependiendo de su ubicación dentro de una palabra?).
No obstante, esto significa que el autor también decide incluir temas como el Corán, los principios del islam, los rituales ancestrales de los eunucos, etc. Y eso no es todo. En una jugada que hasta ahora sigo sin entender, Thompson sitúa este mundo ficticio/mágico en tiempos contemporáneos, lo que le da licencia para comentar en temas como la situación de los inmigrantes, los problemas del trabajo ilegal, la inexistencia de la clase media y hasta las consecuencias desastrosas de la falta de cultura ecológica.
Mezclamos esto con la intención del autor de tratar al Medio Oriente como un mundo de hadas y al final, lo que nos queda es la sensación que Thompson mordió más de lo que podía comer. Muchos han criticado el tratamiento estereotipado de las locaciones y a pesar que tienen razón en hacerlo, no es algo que honestamente me incomode. Más bien, prefiero enfocarme en el tratamiento de personajes los cuales terminan siendo clichés con comportamientos extraídos de algún cuento de Sherezade.
Tanto Dodola como Zam, los personajes principales, terminan convirtiéndose en mártires; seres cuyos únicos verdaderos momentos felices ocurren en la ignorancia de su infancia. Ambos son torturados física y emocionalmente al grado que resulta casi imposible crear un nivel de empatía con ellos. Son seres miserables, personas que cuestionan su propia mortalidad y que como dijimos al inicio, solo encuentran consuelo al entregarse a Dios. Es una pastilla dura de tragar y uno no puede evitar pensar en cuánto de la personalidad misma del autor sale a flote a través de estos personajes. En todo caso, el único personaje que resulta sincero es el de un pescador que recoge basura todas las mañanas en un río infestado de desperdicios tóxicos para regalársela a sus amigos. Como se imaginarán, está loco. Y es que en un mundo tan desconsolador como el que ofrece Thompson, está es la única solución racional que nos puede llevar hacia la felicidad.
Comentario aparte merece el lápiz de Thompson. Habibi es un libro gráficamente hermoso, eso está clarísimo. Cada página está sumergida en un nivel de diseño impecable y cada trazo es una prueba fehaciente que Thompson es uno de los artistas más hábiles que hay hoy en día en el panorama norteamericano. Es más, desde que abrimos el libro notamos un nivel de obsesión casi compulsiva por parte del autor al notar un marco atractivo que decora la primera página. Lo que tenemos frente a nosotros es un bellísimo marco con diseños complejos árabes, líneas que se montan sobre otras y que se conectan formando flores y hexágonos simbólicos. A medida que avanzamos, vemos que el mismo marco adorna las páginas siguientes. Pero entonces nos damos cuenta de algo. Thompson no simplemente ha copiado y pegado el marco en cada página usando la computadora.
¡El hombre ha hecho cada uno a mano!
Esta es una labor que debe haberle tomado varias semanas, quizás meses en terminar. Lo peor es que no se si esto dice más sobre su dedicación con el libro o sobre su propia obsesión con la materia. Al fin y al cabo, este es su primer libro en casi diez años. Y si los rumores son ciertos, se empezó de cero varias veces.
Finalmente, lo que nos queda es una adictiva experiencia por parte del autor. No acierta en todo lo que se propone y si se le analiza como tal, podríamos decir que termina en un fracaso. Pero la verdad es que hay tanto que rescatar que termina triunfando a pesar de ello. Este es un artista que pone su corazón en su mano, que se inclina ante Dios y que te muestra literalmente qué es lo que hay dentro de él. Puede que no te guste lo que ves, pero no puedes negar que estás viendo directamente hacia su esencia como artista y como persona. Estas son las cosas en las que cree Craig Thompson, y si lo piensas bien te darás cuenta que sobre todas las cosas, cree en el amor; en el amor hacia tu familia, tu pareja y a Dios. En ese sentido, Habibi es una extensión emocional de Blankets. Y de igual forma, una prolongación emocional en su búsqueda de conectarse con algo etéreo y satisfactoriamente espiritual. Puede que no lo haya encontrado aún. Pero su búsqueda continúa. Y nosotros como lectores, tenemos asientos en primera fila.
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Comentarios
Me encantó tu reseña de Habibi. No tengo todavía planeado leerla por falta de tiempo y un montón de pendientes, pero a pesar de las críticas que le puedes dar al último trabajo de Thompson queda claro que es de lectura obligatoria. Sobre todo por el dibujo y la pasión que le pone el autor a todo lo que hace.
Leyendo tu post me vino a la mente algo que pensé cuando leí Blankets y hace poco Carnet de Voyage (que justo la terminé hoy en la mañana), y es que me da la impresión que Thompson tiene un problema de un fuerte sentimiento de culpa. Diera a veces la impresión que se siente miserable en lo que hace o en cómo se dan determinados aspectos de su vida. No se pero es la impresión que me deja.
Debe ser de lo que he leído en cómics, uno de los autores más sinceros, pero a su vez más complicados humanamente. Es obvio que su fuerte vínculo con la religión cristiana juega en ello un papel fundamental. Recuerdo que ya en Carnet de Voyage en una conversación en Marruecos habla de los distintos nombres que recibe Dios...ese viaje del 2004 lo tiene que haber cambiado y abierto los ojos en su misma espiritualidad.
Espero leer Habibi el próximo año y seguir atento a lo que se viene en este pata que realmente es un capo.
Saludos,
Hernan
HERNAN:
De todas recomiendo que la leas. Quizás lo que da más pica es que uno en el fondo sabe que Thompson es capaz de hacer un mejor trabajo. Pero nada, esto solo nos hace esperar con más ansias su próximo trabajo (tan solo esperemos que no pasen 10 años más).
Y bueno, como dije creo, la actitud emocional que toma Thompson a la hora de hacer Habibi es muy similar a la que se siente en Blankets. Lo digo porque se sienten las mismas nociones etéreas de amor juvenil y puro. En Blankets se sentía perfecto porque era la historia de un adolescente (y porque lo leí cuando tenía 20 años aprox). Pero en Habibi, hmm... digamos que no se presta tan bien.
Y bueno, lo que dices, sí... el tema de la culpa. También siento que Thompson tiene serios complejos filosóficos (y quizás psicológicos) por el tema del cristianismo. Lo siento como una persona que no se permite a sí mismo vivir la vida como quisiese, restringiéndose siempre de hacer pequeños "pecadillos".
Habiendo dicho eso, de todas sus obras me quedo con Carnet de Voyage, la cual me parece la más sincera de todas. (a pesar que en su mayoría es un sketch journal)
En una muestra que hizo frente a un grupo de estudiantes, le preguntaron algo acerca del trauma de haber sido criado de una manera de rigurosa acerca de la religión, y el contestó a manera de broma que aquel sería un trauma del cual jamás se recuperaría.