Para empezar el día, los dejo con la columna que escribí para Perú 21 y que fue publicada el día de hoy. Como de costumbre, los dejo con una versión un poco distinta a la que salió en el diario.
La tragedia de Wood
La columna de hoy va a ser distinta, tal vez un poco egoísta. No obstante, espero que también sea una columna esclarecedora de un tema que honestamente tiene 0.01% de chance de ser tocado en un periódico de alcance nacional. Verán, el día de hoy me gustaría hablar sobre Wally Wood, uno de los artistas definitivos, un genio sublime al que Bill Ganes, editor de la legendaria EC, describió como “nuestro artista más perturbado… y no digo que haya una conexión, pero también nuestro más brillante”.
Wood fue uno de esos artistas que desecharon por completo las nociones preconcebidas de lo que funcionaba o no en un medio y sin pensar en las consecuencias hicieron lo que querían y lo que consideraban lo mejor; método que usualmente traía los resultados más visionarios. Tomemos ‘My Word’ como ejemplo, una mini-odisea por un Nueva York infernal de 1956 en el que el artista hablaba sobre el universo y su opinión personal sobre qué es el arte: “Es el proceso misterioso por el cual las fantasías de uno alimentan las vidas de otros... y las billeteras de las editoras. Pero vale la pena, porque al final de la carretera, ahí están los fans.”
Sus comics solían involucrar marcianos, hombres lobos y astronautas rodeados de maquinaria alienígena. El hombre fue innegablemente un maestro trágico de la ciencia ficción, pero yendo más allá, también fue uno de los pocos que nunca vio el comic como un arte inferior. Sus piezas estaban dotadas de un nivel de detalle excepcional y para lograrlo, trabajaba horarios de más de 15 horas al día. Al final de ‘My Word’, Wood comenta: “Mi palabra es la palabra que escojo que sea, porque yo la veo en mi mente y la pongo en papel con sudor y amor y otras idioteces. Porque al final, yo soy un troglodita y mi nombre es Spafon Gool.”
Wally – nombre que él odiaba – tuvo un final oscuro. Luego de haber padecido inexplicables migrañas, una seria adicción al alcohol y la pérdida de visión en un ojo, tomó una escopeta y apretando un gatillo, terminó con su vida. Tenía 53 años.
La tragedia de Wood
La columna de hoy va a ser distinta, tal vez un poco egoísta. No obstante, espero que también sea una columna esclarecedora de un tema que honestamente tiene 0.01% de chance de ser tocado en un periódico de alcance nacional. Verán, el día de hoy me gustaría hablar sobre Wally Wood, uno de los artistas definitivos, un genio sublime al que Bill Ganes, editor de la legendaria EC, describió como “nuestro artista más perturbado… y no digo que haya una conexión, pero también nuestro más brillante”.
Wood fue uno de esos artistas que desecharon por completo las nociones preconcebidas de lo que funcionaba o no en un medio y sin pensar en las consecuencias hicieron lo que querían y lo que consideraban lo mejor; método que usualmente traía los resultados más visionarios. Tomemos ‘My Word’ como ejemplo, una mini-odisea por un Nueva York infernal de 1956 en el que el artista hablaba sobre el universo y su opinión personal sobre qué es el arte: “Es el proceso misterioso por el cual las fantasías de uno alimentan las vidas de otros... y las billeteras de las editoras. Pero vale la pena, porque al final de la carretera, ahí están los fans.”
Sus comics solían involucrar marcianos, hombres lobos y astronautas rodeados de maquinaria alienígena. El hombre fue innegablemente un maestro trágico de la ciencia ficción, pero yendo más allá, también fue uno de los pocos que nunca vio el comic como un arte inferior. Sus piezas estaban dotadas de un nivel de detalle excepcional y para lograrlo, trabajaba horarios de más de 15 horas al día. Al final de ‘My Word’, Wood comenta: “Mi palabra es la palabra que escojo que sea, porque yo la veo en mi mente y la pongo en papel con sudor y amor y otras idioteces. Porque al final, yo soy un troglodita y mi nombre es Spafon Gool.”
Wally – nombre que él odiaba – tuvo un final oscuro. Luego de haber padecido inexplicables migrañas, una seria adicción al alcohol y la pérdida de visión en un ojo, tomó una escopeta y apretando un gatillo, terminó con su vida. Tenía 53 años.
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Comentarios
En sus trabajos de ciencia ficción o de corte más clásico, podía alcanzar el refinamiento de un Virgil Finlay y, en su lado delirante, como en sus colaboraciones en "Mad", cualquier cosa podía ocurrir entre una viñeta y otra. Deja la sensación que "todo está permitido" en la gráfica de una historieta dentro de la contención de la página como si solo le debiera rendir cuentas a su mente y a su visualización de lo que pasaba en ella.
Un creador extraño y dividido, pero genial.
Bien por el homenaje, Gianco.
Wally Wood, Robin Wood, Brian Wood..., ¿se me escapa alguno?
saludos!!!