Y... ¡volvimos! Ni nosotros mismos lo creemos. Casi 5 años que no posteamos nada y probablemente ya nadie lee blogs (ni qué decir sobre comentar), pero qué importa. Salimos de nuestras tumbas para hacer lo que hicimos cuando creamos este blog hace un poco más de 10 años: ¡Hacer listas sonsas sobre cosas nerds! Está clarísimo que gente como Buzfeed robaron nuestra estrategia de negocios en el transcurso de los últimos años, ¡pero no nos intimidan! Volvemos a lo nuestro y volvemos con fuerza.
Las aclaraciones son las mismas que hace 10 años. Esta es una lista y toda lista es inútil en su propósito. A lo más que puedo apuntar es a que descubran algo que no conocían y a que compartan sus gustos. Está claro también que no he leído todo lo que se ha publicado en los últimos 10 años. Esta lista como toda lista es super personal y habla de mis apreciaciones al día de hoy. Pueden volver a preguntarme en un mes y quizás escriba una lista totalmente distinta. Iré subiendo más categorías en los siguientes días, pero hoy empezamos con Cómics de Superhéroes. Sin más preámbulos...
PARTE 1: Cómics de Superhéroes
Hablemos honestamente. La realidad de la industria comiqueril es que el 95% de cómics de superhéroes son... hmmm cómo lo puedo decir de manera gentil... mediocres. Son cómics mediocres. Esto se debe al hecho que las grandes empresas no saben bien a qué púbico atender y por lo tanto, se rehúsan a soltar su base de hombres cuarentones que les gusta ver chicas en tanga lanzando rayos láser a dinosaurios. Es la ley de la naturaleza, no nos asustemos. No obstante, existen ejemplos que rompen el molde y que sobresalen por capturar la esencia de los cómics de capas de antaño: ¡la diversión! En base a eso, estos son mis favoritos de la década que se acaba.
10 – Moon Knight de Warren Ellis y Declan Shalvey
El asunto con Warren Ellis es el siguiente. Cuando se aburre y escribe en modo automático, se le siente a kilómetros de distancia. Pero cuando se inspira y le dan un obstáculo simpático, puede producir maravillas. Y Moon Knight es ciertamente un gran obstáculo. No es que sea un mal personaje ni nada por el estilo, pero podemos decir con confianza que es un pastiche de aquellos personajes urbanos que funcionan en la oscuridad, de esos que dicen ‘Yo soy la noche’ cada 5 segundos. No obstante, Ellis y Shalvey hacen algo muy interesante con él al convertir su cómic en una especie de serie de cuentos cortos. Cada capítulo cuenta una historia autoconclusiva en 22 páginas y el siguiente número narra algo totalmente distinto en tono y color. Un episodio puede ser un cuento macabro sobre fantasmas en Manhattan mientras que otro es una coreografía de acción al mejor estilo de The Raid de Gareth Evans. Todos los cómics deberían ser así. Sin miedo a ser encasillados y dispuestos a jugar en cuanto género les plazca.
9 – Doom Patrol de Gerard Way y Nick Derington
Way demuestra nuevamente en esta década que cuando lo quiere, puede ser un escritor de cien ideas por segundo al mejor estilo de Morrison. Ojo que si bien sus comics carecen de ese nivel multidimensional que buscar pervertir el sistema o el orden natural de las cosas que caracteriza a Morrison, el enfoque de Way no es ese y más bien opta por poner sus habilidades al servicio de experiencias visuales ciertamente particulares. Y su Doom Patrol más que cumple en ese aspecto. Pero entre nos, lo mejor que Way hace en este comic es desaparecer y dejar que Nick Derington tome las riendas. En las manos del artista, un cómic de superhéroes locos se convierte en una oda a la incertidumbre gráfica y al regodeo del silver age. Efectos de sonido se apoderan de los paneles y dibujos de comida mejicana toman control de las portadas en forma de stickers para que al momento de ser pelados, revelen la verdad del universo. Pero sobre todo, y lo más importante... este es un cómic que respira diversión y creatividad. Y se siente en cada página.
8 – She-Hulk de Charles Soule y Javier Pulido
Es imposible leer este cómic y no esbozar una sonrisa. La premisa es súper simple y contribuye a su excepcionalidad: Jennifer Walters es abogada de día y Avenger de noche. Listo, se acabó. Uno creería que eso es todo, pero hay más... ¡tanto más! ¿Por dónde empezamos? Por un lado, el She-Hulk de Pulido es una clase maestra de economía narrativa. Toma 3 páginas de cualquier número al azar, las que tú quieras, y verás cómo en tan poco espacio Pulido puede narrar toda una historia. Por otro lado y al mejor estilo de Kirby, ningún personaje está sin hacer nada en ningún momento. Siempre hay algo ocurriendo en una especie de in crescendo interminable. Finalmente, este cómic es DIVERTIDO en mayúsculas. Hay riesgos emocionales y grandes obstáculos, no me malinterpreten, pero nunca se pierde de vista el enfoque que todo elemento responde a una sensación de escapismo lúdico. Este cómic es lo que muchos otros tienen miedo a ser (otro buen ejemplo es The Unbeatable Squirrel Girl).
7 – Copra de Michel Fiffe
El único título fuera de Marvel y DC en esta lista. Lo que Michel Fiffe ha hecho es rendir un tributo sin licencia corporativa a uno de sus cómics favoritos de la infancia: The Suicide Squad. Los personajes son lo suficientemente parecidos a los del cómic de John Ostrander como para reconocerlos, pero un 10% diferentes como para no ser perseguidos por los abogados de Mickey Mouse. El cómic es acción antigua de la buena, pero curiosamente manejada a través de un filtro experimental que juega con decisiones estéticas muy particulares. Algunos paneles pueden estar montados uno encima del otro donde la composición obliga al ojo del lector a seguir a cada personaje individualmente mientras que otras secuencias juegan con esconder información entre paneles y dejar que el lector haga la conexión. Este es un comic de acción que curiosamente obliga a pensar. Y en una era en la que todo suele estar masticado y servido en bandeja, se le agradece.
6 – Vision de Tom King y Gabriel Walta
Increíble que la mejor historia sobre qué hace que una familia sea o no disfuncional haya venido en un cómic sobre robots. Y es que al ser máquinas compuestas de tuercas y engranajes que se adhieren unos a otros para funcionar, de alguna forma extraña son el perfecto vehículo para hablar de lo que tenemos en el interior y por qué somos cómo somos. ¿Alguna vez has estallado en rabia arrepintiéndote al segundo? ¿Has confiado en personas que te han traicionado más de una vez? Vision y su familia reconocen estos sentimientos a la perfección y los llevan a un paso más porque son capaces de extrapolar nuestros límites como seres conscientes y traducirlos a una historia sobre cómo al final todo se reduce en querer proteger a los nuestros. Al final del día, todos queremos pertenecer a algo y King sabe que muchos lucharán hasta el último aliento por lograrlo.
5 – Ms. Marvel de G. Willow Wilson y Adrian Alphona
Qué capos Wilson y Alphona para crear un personaje que resume la década a la perfección (Miles Morales es segundo puesto por un pelo). Tenemos acá a Kamala Khan, una adolescente musulmana con padres conservadores que todos los días batalla una lucha personal entre tradición familiar y un mundo moderno en constante estado de cambio. Eventualmente desarrolla poderes y tiene que esconderlos de sus padres y amigos (como todo personaje en estos cómics lo hace), pero si les soy honesto, este es el aspecto menos interesante del comic. Ms. Marvel vale porque es una historia de empatía, es la vida de una chica que está descubriendo su identidad y que trata de encontrarse a sí misma en un mar de información y opiniones dispares. Leer este cómic es una experiencia similar a lo que debió ser leer Spider-Man en los 60s.
4 – Pax Americana de Grant Morrison y Frank Quitely
Watchmen para la generación Z: Una crítica del género de superhéroes envuelta en un pastiche de otro cómic que criticó a los superhéroes 30 años antes. Pax Americana es varias cosas: una respuesta al trabajo emblema de Alan Moore, una adaptación al Estados Unidos post 11 de Septiembre y también una disección del género - en un momento dado, Captain Atom quien en realidad es Doctor Manhattan disecciona un perro vivo frente a un público de gente espantada para darse cuenta entre lágrimas que la suma de las partes no es siempre igual al todo. Morrison sabe claramente lo que hace y sólo él puede traer pathos a un cómic donde el tiempo no funciona de manera lineal y donde todo va hacia atrás hasta que empieza a ir hacia adelante. Es más, si lees el cómic de atrás para adelante puede que tenga más sentido. Pero ojo, Morrison no juega con la cabeza del lector simplemente por el hecho de querer aturdirlo. La desorientación es consciente, y está ahí para empujarnos hacia un conocimiento mayor. Sabemos que hay algo mayor ahí pero no podemos discernir bien qué es. Entre nos, lo he leído como 5 veces y estoy seguro que sólo he entendido el 60% de lo escrito. Y es que solo Morrison puede ser tan gentil a la hora de hacer sentir a uno estúpido.
3 – Silver Surfer de Dan Slott y Mike Allred
El buen cómic de superhéroe es una carta de amor al medio y el Silver Surfer de Slott y Allred es una oda a la infancia de todos los lectores y a las aventuras que creamos en nuestras cabezas. El Silver Surfer de esta historia no es uno solitario en la inmensidad del cosmos como la ha sido presentado en el pasado. Es un hombre que descubre el amor y que aprende a crear puentes con otras razas y especies, todo bajo el dolor de tener que confrontar su pasado como emisario de un genocida intergaláctico. Los dos últimos números en particular son un apretón al corazón. Y es que a veces no se trata de qué tan inteligente u original es el cómic que tenemos en nuestras manos. A veces un cómic se siente como un viejo amigo y te hace recordar por qué te encariñaste con el olor de papel, tinta y grapas en un inicio. Este es uno de esos cómics.
2 – Hawkeye de Matt Fraction y David Aja
Fraction es súper claro desde la primera página con un texto que nos dice “Esto es lo que Clint Barton, aka Hawkeye, hace cuando no está ocupado siendo un Avenger.” Y lo que Barton hace en sus días libres por lo visto, es recoger perros perdidos y mantener a un grupo de rufianes de Europa del Este fuera de su unidad vecinal. Puede que suene sencillo, pero esa es la gracia del Hawkeye de Fraction y Aja. Lo aparentemente mundano es en realidad un trampolín para contar historias complejas que juegan con el tiempo y la narración visual. Una historia sobre comprar una cinta empieza con una persecución de carros, corta rápidamente para un flashback dos días atrás y luego vuelve a cortar al futuro. Es mitad Tarantino, mitad Edgar Wright. Es pura innovación gráfica y el número en que todo es visto desde el punto de vista de un perro y por lo tanto manejado con códigos sensoriales en lugar de palabras es un gran ejemplo. Si tan solo los cómics de superhéroes se esforzaran un 10% más en ser como este cómic, el panorama sería mucho más atractivo y alentador. Fraction y en mayor medida Aja demostraron que un cómic de superhéroes no tiene por qué conformarse con bajos estándares. El techo es alto si te propones buscarlo.
Y antes del número 1, vienen las...
Menciones honrosas: The Mighty Thor, Moon Girl and Devil Dinosaur, The Unbeatable Squirrel Girl, Superman’s Pal Jimmy Olsen, The New Avengers (run de Hickman), House of X, Immortal Hulk
1 – Mister Miracle de Tom King y Mitch Gerads
Ufff... por dónde empezar. Ahora que vuelvo a su trabajo, creo que Tom King es el Alan Moore del siglo XXI. El espíritu del barbudo de Northampton se encuentra presente en cada una de sus páginas y King comprende a la perfección que uno, un cómic jamás se debe tratar como un storyboard y dos, un ritmo metódico se presta a historias pensativas que hablan de la condición humana. En su Mister Miracle tenemos una aproximación casi filosófica a una telaraña de temas: las consecuencias del suicidio, el miedo a la paternidad y la corrupción del id, ego y superego. Pero en el fondo y sobre todo, este cómic es sobre el trauma interno: de dónde viene, cómo lidiamos con él y lo más importante, si es posible no pasárselo a nuestros hijos. La inevitabilidad está presente en todos los paneles y es brillante la manera en la que King y Gerads toman el concepto de la libertad y lo usan como plantilla para describir cómo el mejor escapista del mundo puede escapar a todo menos a la vida, la cual para Scott Free parece ser un mayor peso que la muerte. La cortina del acto final está bajando y cada vez se encuentra más cerca del suelo. ¿Qué pasará cuando lo toque? Nadie lo sabe.
En quizás la mejor escena del cómic, Scott le dice lo siguiente a Barda, mientras están sentados en la playa viendo el atardecer: “Si nos deshacemos de dios, nos deshacemos de nosotros mismos. Y volvemos a la duda, a toda esa duda. Sin dios, yo no existo. Y si existo, dios también existe. Buscamos siempre encontrarnos a nosotros mismos, poder ver nuestro rostro. Y al final… encontramos el rostro de dios.” La existencia es larga y dura. Y Scott lo sabe mejor que nadie.
Las aclaraciones son las mismas que hace 10 años. Esta es una lista y toda lista es inútil en su propósito. A lo más que puedo apuntar es a que descubran algo que no conocían y a que compartan sus gustos. Está claro también que no he leído todo lo que se ha publicado en los últimos 10 años. Esta lista como toda lista es super personal y habla de mis apreciaciones al día de hoy. Pueden volver a preguntarme en un mes y quizás escriba una lista totalmente distinta. Iré subiendo más categorías en los siguientes días, pero hoy empezamos con Cómics de Superhéroes. Sin más preámbulos...
PARTE 1: Cómics de Superhéroes
Hablemos honestamente. La realidad de la industria comiqueril es que el 95% de cómics de superhéroes son... hmmm cómo lo puedo decir de manera gentil... mediocres. Son cómics mediocres. Esto se debe al hecho que las grandes empresas no saben bien a qué púbico atender y por lo tanto, se rehúsan a soltar su base de hombres cuarentones que les gusta ver chicas en tanga lanzando rayos láser a dinosaurios. Es la ley de la naturaleza, no nos asustemos. No obstante, existen ejemplos que rompen el molde y que sobresalen por capturar la esencia de los cómics de capas de antaño: ¡la diversión! En base a eso, estos son mis favoritos de la década que se acaba.
10 – Moon Knight de Warren Ellis y Declan Shalvey
El asunto con Warren Ellis es el siguiente. Cuando se aburre y escribe en modo automático, se le siente a kilómetros de distancia. Pero cuando se inspira y le dan un obstáculo simpático, puede producir maravillas. Y Moon Knight es ciertamente un gran obstáculo. No es que sea un mal personaje ni nada por el estilo, pero podemos decir con confianza que es un pastiche de aquellos personajes urbanos que funcionan en la oscuridad, de esos que dicen ‘Yo soy la noche’ cada 5 segundos. No obstante, Ellis y Shalvey hacen algo muy interesante con él al convertir su cómic en una especie de serie de cuentos cortos. Cada capítulo cuenta una historia autoconclusiva en 22 páginas y el siguiente número narra algo totalmente distinto en tono y color. Un episodio puede ser un cuento macabro sobre fantasmas en Manhattan mientras que otro es una coreografía de acción al mejor estilo de The Raid de Gareth Evans. Todos los cómics deberían ser así. Sin miedo a ser encasillados y dispuestos a jugar en cuanto género les plazca.
9 – Doom Patrol de Gerard Way y Nick Derington
Way demuestra nuevamente en esta década que cuando lo quiere, puede ser un escritor de cien ideas por segundo al mejor estilo de Morrison. Ojo que si bien sus comics carecen de ese nivel multidimensional que buscar pervertir el sistema o el orden natural de las cosas que caracteriza a Morrison, el enfoque de Way no es ese y más bien opta por poner sus habilidades al servicio de experiencias visuales ciertamente particulares. Y su Doom Patrol más que cumple en ese aspecto. Pero entre nos, lo mejor que Way hace en este comic es desaparecer y dejar que Nick Derington tome las riendas. En las manos del artista, un cómic de superhéroes locos se convierte en una oda a la incertidumbre gráfica y al regodeo del silver age. Efectos de sonido se apoderan de los paneles y dibujos de comida mejicana toman control de las portadas en forma de stickers para que al momento de ser pelados, revelen la verdad del universo. Pero sobre todo, y lo más importante... este es un cómic que respira diversión y creatividad. Y se siente en cada página.
8 – She-Hulk de Charles Soule y Javier Pulido
Es imposible leer este cómic y no esbozar una sonrisa. La premisa es súper simple y contribuye a su excepcionalidad: Jennifer Walters es abogada de día y Avenger de noche. Listo, se acabó. Uno creería que eso es todo, pero hay más... ¡tanto más! ¿Por dónde empezamos? Por un lado, el She-Hulk de Pulido es una clase maestra de economía narrativa. Toma 3 páginas de cualquier número al azar, las que tú quieras, y verás cómo en tan poco espacio Pulido puede narrar toda una historia. Por otro lado y al mejor estilo de Kirby, ningún personaje está sin hacer nada en ningún momento. Siempre hay algo ocurriendo en una especie de in crescendo interminable. Finalmente, este cómic es DIVERTIDO en mayúsculas. Hay riesgos emocionales y grandes obstáculos, no me malinterpreten, pero nunca se pierde de vista el enfoque que todo elemento responde a una sensación de escapismo lúdico. Este cómic es lo que muchos otros tienen miedo a ser (otro buen ejemplo es The Unbeatable Squirrel Girl).
7 – Copra de Michel Fiffe
El único título fuera de Marvel y DC en esta lista. Lo que Michel Fiffe ha hecho es rendir un tributo sin licencia corporativa a uno de sus cómics favoritos de la infancia: The Suicide Squad. Los personajes son lo suficientemente parecidos a los del cómic de John Ostrander como para reconocerlos, pero un 10% diferentes como para no ser perseguidos por los abogados de Mickey Mouse. El cómic es acción antigua de la buena, pero curiosamente manejada a través de un filtro experimental que juega con decisiones estéticas muy particulares. Algunos paneles pueden estar montados uno encima del otro donde la composición obliga al ojo del lector a seguir a cada personaje individualmente mientras que otras secuencias juegan con esconder información entre paneles y dejar que el lector haga la conexión. Este es un comic de acción que curiosamente obliga a pensar. Y en una era en la que todo suele estar masticado y servido en bandeja, se le agradece.
6 – Vision de Tom King y Gabriel Walta
Increíble que la mejor historia sobre qué hace que una familia sea o no disfuncional haya venido en un cómic sobre robots. Y es que al ser máquinas compuestas de tuercas y engranajes que se adhieren unos a otros para funcionar, de alguna forma extraña son el perfecto vehículo para hablar de lo que tenemos en el interior y por qué somos cómo somos. ¿Alguna vez has estallado en rabia arrepintiéndote al segundo? ¿Has confiado en personas que te han traicionado más de una vez? Vision y su familia reconocen estos sentimientos a la perfección y los llevan a un paso más porque son capaces de extrapolar nuestros límites como seres conscientes y traducirlos a una historia sobre cómo al final todo se reduce en querer proteger a los nuestros. Al final del día, todos queremos pertenecer a algo y King sabe que muchos lucharán hasta el último aliento por lograrlo.
5 – Ms. Marvel de G. Willow Wilson y Adrian Alphona
Qué capos Wilson y Alphona para crear un personaje que resume la década a la perfección (Miles Morales es segundo puesto por un pelo). Tenemos acá a Kamala Khan, una adolescente musulmana con padres conservadores que todos los días batalla una lucha personal entre tradición familiar y un mundo moderno en constante estado de cambio. Eventualmente desarrolla poderes y tiene que esconderlos de sus padres y amigos (como todo personaje en estos cómics lo hace), pero si les soy honesto, este es el aspecto menos interesante del comic. Ms. Marvel vale porque es una historia de empatía, es la vida de una chica que está descubriendo su identidad y que trata de encontrarse a sí misma en un mar de información y opiniones dispares. Leer este cómic es una experiencia similar a lo que debió ser leer Spider-Man en los 60s.
4 – Pax Americana de Grant Morrison y Frank Quitely
Watchmen para la generación Z: Una crítica del género de superhéroes envuelta en un pastiche de otro cómic que criticó a los superhéroes 30 años antes. Pax Americana es varias cosas: una respuesta al trabajo emblema de Alan Moore, una adaptación al Estados Unidos post 11 de Septiembre y también una disección del género - en un momento dado, Captain Atom quien en realidad es Doctor Manhattan disecciona un perro vivo frente a un público de gente espantada para darse cuenta entre lágrimas que la suma de las partes no es siempre igual al todo. Morrison sabe claramente lo que hace y sólo él puede traer pathos a un cómic donde el tiempo no funciona de manera lineal y donde todo va hacia atrás hasta que empieza a ir hacia adelante. Es más, si lees el cómic de atrás para adelante puede que tenga más sentido. Pero ojo, Morrison no juega con la cabeza del lector simplemente por el hecho de querer aturdirlo. La desorientación es consciente, y está ahí para empujarnos hacia un conocimiento mayor. Sabemos que hay algo mayor ahí pero no podemos discernir bien qué es. Entre nos, lo he leído como 5 veces y estoy seguro que sólo he entendido el 60% de lo escrito. Y es que solo Morrison puede ser tan gentil a la hora de hacer sentir a uno estúpido.
3 – Silver Surfer de Dan Slott y Mike Allred
El buen cómic de superhéroe es una carta de amor al medio y el Silver Surfer de Slott y Allred es una oda a la infancia de todos los lectores y a las aventuras que creamos en nuestras cabezas. El Silver Surfer de esta historia no es uno solitario en la inmensidad del cosmos como la ha sido presentado en el pasado. Es un hombre que descubre el amor y que aprende a crear puentes con otras razas y especies, todo bajo el dolor de tener que confrontar su pasado como emisario de un genocida intergaláctico. Los dos últimos números en particular son un apretón al corazón. Y es que a veces no se trata de qué tan inteligente u original es el cómic que tenemos en nuestras manos. A veces un cómic se siente como un viejo amigo y te hace recordar por qué te encariñaste con el olor de papel, tinta y grapas en un inicio. Este es uno de esos cómics.
2 – Hawkeye de Matt Fraction y David Aja
Fraction es súper claro desde la primera página con un texto que nos dice “Esto es lo que Clint Barton, aka Hawkeye, hace cuando no está ocupado siendo un Avenger.” Y lo que Barton hace en sus días libres por lo visto, es recoger perros perdidos y mantener a un grupo de rufianes de Europa del Este fuera de su unidad vecinal. Puede que suene sencillo, pero esa es la gracia del Hawkeye de Fraction y Aja. Lo aparentemente mundano es en realidad un trampolín para contar historias complejas que juegan con el tiempo y la narración visual. Una historia sobre comprar una cinta empieza con una persecución de carros, corta rápidamente para un flashback dos días atrás y luego vuelve a cortar al futuro. Es mitad Tarantino, mitad Edgar Wright. Es pura innovación gráfica y el número en que todo es visto desde el punto de vista de un perro y por lo tanto manejado con códigos sensoriales en lugar de palabras es un gran ejemplo. Si tan solo los cómics de superhéroes se esforzaran un 10% más en ser como este cómic, el panorama sería mucho más atractivo y alentador. Fraction y en mayor medida Aja demostraron que un cómic de superhéroes no tiene por qué conformarse con bajos estándares. El techo es alto si te propones buscarlo.
Y antes del número 1, vienen las...
Menciones honrosas: The Mighty Thor, Moon Girl and Devil Dinosaur, The Unbeatable Squirrel Girl, Superman’s Pal Jimmy Olsen, The New Avengers (run de Hickman), House of X, Immortal Hulk
1 – Mister Miracle de Tom King y Mitch Gerads
Ufff... por dónde empezar. Ahora que vuelvo a su trabajo, creo que Tom King es el Alan Moore del siglo XXI. El espíritu del barbudo de Northampton se encuentra presente en cada una de sus páginas y King comprende a la perfección que uno, un cómic jamás se debe tratar como un storyboard y dos, un ritmo metódico se presta a historias pensativas que hablan de la condición humana. En su Mister Miracle tenemos una aproximación casi filosófica a una telaraña de temas: las consecuencias del suicidio, el miedo a la paternidad y la corrupción del id, ego y superego. Pero en el fondo y sobre todo, este cómic es sobre el trauma interno: de dónde viene, cómo lidiamos con él y lo más importante, si es posible no pasárselo a nuestros hijos. La inevitabilidad está presente en todos los paneles y es brillante la manera en la que King y Gerads toman el concepto de la libertad y lo usan como plantilla para describir cómo el mejor escapista del mundo puede escapar a todo menos a la vida, la cual para Scott Free parece ser un mayor peso que la muerte. La cortina del acto final está bajando y cada vez se encuentra más cerca del suelo. ¿Qué pasará cuando lo toque? Nadie lo sabe.
En quizás la mejor escena del cómic, Scott le dice lo siguiente a Barda, mientras están sentados en la playa viendo el atardecer: “Si nos deshacemos de dios, nos deshacemos de nosotros mismos. Y volvemos a la duda, a toda esa duda. Sin dios, yo no existo. Y si existo, dios también existe. Buscamos siempre encontrarnos a nosotros mismos, poder ver nuestro rostro. Y al final… encontramos el rostro de dios.” La existencia es larga y dura. Y Scott lo sabe mejor que nadie.
Comentarios
De los sitios donde empece a adentrarme en los comics hace ya unos años.