El arte fragmentado: las viñetas (1)

(por Ruben Merino)

El tema de la viñeta puede ser abordado desde diversas perspectivas. Claramente, la composición de un cómic tiene como base la secuenciación de viñetas; es decir, de cápsulas que envuelven acontecimientos, ideas, palabras, pensamientos, lugares, etc. Hay una perspectiva en especial sobre la que me gustaría concentrarme, y que tiene que ver con modos de pensamientos que se han desarrollado creativamente en la filosofía, y que suponen el rompimiento y la superación del ideal de la presentación de la realidad como una totalidad perfecta y acabada, para darle paso a un pensamiento mucho más disperso y complejo: tal como, efectivamente, ocurre en el ser humano (en quien los pensamientos no se dan en un constante y progresivo fluir lineal, sino que se dan en medio de saltos indeterminados pero poseedores de un sentido profundo y complejo). Para dar a entender el aspecto quiero resaltar de las viñetas, debo referirme un poco a asuntos pseudo-filosóficos. Espero no causar hartazgo.


En el cómic, gracias a las viñetas, todo se nos presenta segmentado, fraccionado. Cada segmento dice algo muy propio. Pero, a su vez, cada uno se presenta en una relación holista con los segmentos que tiene alrededor. Una viñeta puede, por sí sola, decirte y mostrarte un universo, con innumerables capas, con indivisibles dimensiones. Sin embargo, una viñeta no es, por sí sola, el cómic. Ella se relaciona con otras ventanas a universos, dependiendo y nutriéndose de ellas, pero haciéndolas depender de sí y nutriéndolas a la vez. Filósofos como Nietzsche (siglo XIX) o como Wittgenstein (siglo XX), encontraron que la mejor forma de presentar su pensamiento era por aforismos; es decir, por proposiciones cortas y concisas que dicen algo profundo y complejo por sí mismas, pero que pueden relacionarse con aquellos aforismos que las acompañan. La decisión de llevar a cabo este modo de expresarse filosóficamente no es casual ni arbitraria; hay, evidentemente, una finalidad de fondo. El pensamiento, expresado a retazos, guarda una nueva potencialidad: la de expresar las ideas desde diversas perspectivas autónomas y en un constante movimiento que no se desentiende nunca de la diversidad, de la diferencia. Ahora bien, esta multiplicidad no es una celebración del azar ni de la relativización. Hay aquí un orden de la diferencia, hay un pluralismo que no se desentiende de lo que está al lado, sino que dialoga con él y lo enriquece. Lo que me interesa proponer es que, en el cómic, las viñetas tienen un poder tanto parecido e incluso superior al de los aforismos filosóficos.

Piensen en la siguiente idea: ¿es acaso nuestra percepción cotidiana y concreta de la vida, de la realidad, perfectamente lineal y transparente, u ocurre más bien que vivimos formándonos una memoria (y por lo tanto una subjetividad) plagada de huecos -de episodios entrecortados-, en donde le prestamos más atención a unas cosas que a otras; reaccionamos de múltiples formas a diferentes eventos; recordamos algunas cosas más intensamente; somos concientes de lo que hacemos sólo en ciertos momentos del tiempo?


La fragmentación es un modo natural de relacionarnos con la realidad: ella, más que un hilo largo y continuo, se nos presenta como un paso constante de viñetas que vamos relacionando entre sí, dándole un sentido unitario a lo que percibimos, en realidad, como fraccionado. E incluso podríamos decir que la viñeta se parece a la percepción visual que tenemos del mundo, en tanto que ella siempre es limitada, siempre vemos partes desde una perspectiva, y nunca el todo: de igual modo, la viñeta capta segmentos, siendo explícita en su capacidad de mostrarnos al mundo desde una perspectiva determinada, encapsulándolo en un marco.

La experiencia del cómic, podríamos decir, se acerca a la experiencia cotidiana gracias al papel que juega la viñeta. Tal como sucede con el pensamiento expresado en aforismos, el cómic guarda una estética que, en su natural secuenciación fragmentada, nos abre la posibilidad de un modo diferente de pensamiento. Así, comienza a ser importante cómo nos posamos en cada momento complejo del camino, y en cómo comprendemos ese momento como denso y revelador, pero a la vez como dependiente de los momentos que ocurren antes y después. Leer viñetas significa aquí tener una experiencia que nos remite a cómo se conforma nuestra memoria y nuestra subjetividad, en donde, tal como en el cómic, cada momento está histórica y contextualmente condicionado, pero es a la vez autónomo, único, renovador y profundamente complejo.

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Rubén Merino, educado en filosofía académica - pero transfugado a la filosofía pop - administra Singularidad Vertiginosa, un blog sobre filosofía y demasiadas cosas más.
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